Estamos viviendo una época difícil, confusa y muchas veces, dolorosa. A ella se ha agregado en estos días el dolor y la tristeza por el fallecimiento del escribano Mariano Durand, nuestro recordado exdirector.
Fue, sin dudas, el responsable de que el Registro de la Propiedad Automotor pasara de ser un organismo lento, burocrático e ineficaz, objeto hasta de la pulla televisiva, a convertirse en ejemplo de una administración eficaz con la mira puesta en los usuarios del sistema. Fue un administrador brillante, que pudo correr todo velo de prejuicio para reunir un equipo de colaboradores excepcional en el que apoyarse para llevar esa transformación adelante. Quienes llevamos varias décadas en la tarea podemos dimensionar la enorme transformación de la “cultura de la registración” que generó en la sociedad, graduando con sabiduría las medidas restrictivas o coercitivas (las menos) con aquellas que facilitaran el acceso del público, sin intermediación, a un servicio registral unificado y eficiente.
Entendió, además, que el registro automotor “eran” los Registros Seccionales y que la subsistencia del sistema dependía de brindar cada día más y mejores servicios, unificando en estas oficinas todo aquello que tuviera alguna relación con los automotores. Fue así como bregó sin pausa para generar los convenios que permiten hoy a los Seccionales intervenir en la liquidación del impuesto a la radicación, sellos e infracciones de tránsito. Esa batalla debió librarla, muchas veces, contra los propios organismos de recaudación y contra aquellos que lucraban con el descontrol. Hoy es un hecho asumido como natural, pero las distintas jurisdicciones empezaron a percibir con regularidad e integridad fondos que se perdían irremediablemente por la evasión de algunos, la dificultad para cumplir de muchos otros y la incapacidad para perseguir eficazmente su cobro.
No menor fue su empeño en modernizar la gestión de los Registros y de la Dirección Nacional, incorporando la informática como herramienta de gestión y control. Cuando Internet todavía no había llegado al país, los Seccionales procesábamos los trámites y emitíamos documentación por sistemas informáticos, siendo de los primeros organismos en incorporar esa herramienta de gestión.
Es contra fáctico, nunca sabremos si otro lo hubiera hecho, pero no hay ninguna duda que el Registro Nacional de la Propiedad del Automotor y Créditos Prendarios es hoy un organismo seguro, ágil y eficaz, capaz de asumir tareas ajenas a la pura registración como son la percepción de impuestos, el otorgamiento de firma digital o la emisión de los certificados de antecedentes, gracias a la visión de largo plazo que siempre iluminó las decisiones de Mariano, inclusive cuando algunos no lo entendiéramos.
El panegírico es fácil y tentador, sobre todo en estas circunstancias. Yo fui presidente de AAERPA prácticamente durante toda su gestión y debo apurarme a señalar que él siempre entendió la necesidad y la importancia de la existencia de nuestra entidad, de una voz que nucleara todas las voces, de tener un interlocutor que presentara las necesidades y aspiraciones de los Encargados. Pero Mariano era humano al fin, de una fina sensibilidad y algunas veces la relación personal no era fácil. No le gustaban las multitudes y prefería no asistir a eventos masivos, pero jamás dejó de atender a un Encargado que necesitara un consejo o tuviera algún problema. No aceptaba la traición y eso le generaba algunas desconfianzas, que lo llevaron a cometer alguna injusticia. Pero jamás tuvo empacho en cambiar si sentía que se había equivocado. Tenía una notable capacidad para descubrir en cada uno sus mayores cualidades y también sus defectos. Supo usar esa capacidad para sacar lo mejor de cada uno. Jamás dejó a nadie “tirado al borde del camino” y siempre encontró la manera de no dejar a nadie herido sin motivo. Se ganó el respeto y la admiración de todos los que conocieron su trabajo. Y de quienes tuvimos el privilegio de trabajar con él, también el cariño. Una serena tristeza acompaña estas líneas, porque la muerte es inevitable, pero la estela que deja nuestro paso es lo que dejamos para la posteridad. Y la de Mariano, sin dudas brillará en nuestros recuerdos.