El doctor Mariano Durand fue una de esas personas que logran cambios positivos en la vida de los otros.

Lo conocí a final de los ochenta, me convocó para que participara en los primeros convenios de complementación con Rentas. La tarea, en principio, era frustrante, no había mucho interés por parte de los organismos fiscales para aceptar que los Registros fueran la fuente de información y percepción de los impuestos de sellos y patentes. No era fácil, pero él supo siempre cómo lograr que los distintos actores vinculados al automotor coordinaran sus intereses. Ahí es donde nuestro eterno director hacía la diferencia; con mucha paciencia sabía perfectamente dónde quería llegar, y con una enorme habilidad política nos explicaba a todos los beneficios de trabajar juntos. Como siempre nos pasa con nuestros mayores, pensé que no era el camino, pero los hechos y la historia le dan sobradamente la razón.

Con su energía y don de gentes logró los cambios necesarios para que el sistema registral preste un servicio público moderno, eficiente y eficaz.

Fue un gran líder y con él aprendí, entre tantas cosas, a trabajar en equipo y sobre todo a que siempre tuviera sentido pertenecer a la familia registral.

Esa familia tiene un referente y hoy lo tenemos que despedir con profunda tristeza, con la promesa de continuar por el camino que él mismo inició, y mi agradecimiento especial por enseñarme a encontrar en esta actividad el sentido profesional de mi vida entera.

Hasta siempre estimado doctor Durand.