EN MEMORIA DE MARIANO DURAND

Despedirse de Mariano es tan difícil desde lo afectivo y emocional, como fácil desde lo objetivo, en razón de sus múltiples virtudes y grandes logros como profesional y funcionario.

Tuve el honor de participar en su gestión como funcionario y el enorme gusto y agrado de considerarme su amigo. Trabajar con Mariano fue una experiencia y una escuela que no podrían reemplazar muchos años de cursos y estudios universitarios. Su capacidad de convocar, fijar objetivos, adaptarse a las circunstancias y darles lugar a todos con amabilidad exquisita y mucho respeto, su capacidad de gestión y transformación positiva, merecerían que se forme una cátedra universitaria con su nombre. El problema es que serían tantas las carreras, disciplinas y facultades involucradas, que apenas alcanzaría toda una universidad de la magnitud como la UBA para contenerlas. Esas cátedras de las distintas carreras universitarias podrían llamarse “Mariano Durand o cómo ser un transformador exitoso, lograr nobles propósitos y objetivos, rodearse de gente de todos los colores, aceptando dar pasos al costado, atrás y en diagonal y obtener el mágico resultado de ir siempre hacia adelante”.

Muchas y variadas ciencias califican ese comportamiento como “flexibilidad, tolerancia, inteligencia emocional, estrategia, capacidad de gerenciar, carisma, gentileza, empatía, etc.”; todo eso lo hizo Mariano enseñando a disfrutar el trabajo, cultivar amigos y generar un clima de amabilidad y alegría únicos. Por si fuera poco, su actuar estuvo siempre guiado por altísimo compromiso político y lealtad con sus jefes y colaboradores. Único e irrepetible.

Querido amigo, descansa en Paz, la legión de tus amigos te recuerda y honra, y tus logros perdurarán por siempre.